4/11/99
 

LOS AGENTES SE HACEN REYES DE LA INTELIGENCIA ARTIFICIAL
 

Mercè Molist
¿Cómo define el diccionario 'vida'? ¿E 'inteligencia'? Conceptos difíciles sobre los que se pararon a pensar los participantes en el segundo Congreso Catalán de Inteligencia Artificial, celebrado del 25 al 27 de octubre en Girona. Los agentes inteligentes fueron los protagonistas del evento, donde se confirmó que aún queda mucho por hacer en este embrollado, joven y apasionante campo de investigación.

Algoritmos de aprendizaje, reentrenamiento... A veces, parecía que los estudiosos hablasen de perros. Algoritmos genéticos. Redes neuronales. ¿O de personas? "De agentes: ahora hay un boom, se usarán para Internet, sobre todo comercio electrónico, y robots de limpieza", aclaraba Josep-Lluís de la Rosa, presidente del comité organizador. Agentes cooperativos y autoorganizados, agentes que se automodifican para adaptarse al entorno, agentes con creencias propias y subjetivas, agentes con capacidad de introspección, con consciencia, incluso, de estar envejeciendo...

Grandilocuentes ideas que, fuera de la sala de conferencias, se convertían en demostraciones como la del equipo de robots futbolistas de la Universitat de Girona, a los que una de las investigadoras llamaba cariñosamente "mis niños". Cerca, otro joven, programador de agentes inteligentes, aseguraba: "Yo no soy su dios, lo es el servidor central que les da las órdenes". Órdenes no siempre seguidas acertadamente por los pequeños robots, simpáticamente primitivos como el ambiente, heredero de los antiguos clubs de fanáticos de los ordenadores, cuando el menor logro era una fiesta. Lo decía De La Rosa: "El problema con la Inteligencia Artificial es que la gente tiene grandes expectativas y, cuando ve como funciona, hay decepciones brutales. Esto, las empresas no lo perdonan".

Fueron pocas empresas al congreso, aunque sí estudiantes e investigadores de universidades catalanas y de Francia, Inglaterra y Latinoamérica. La ética no faltó tampoco, en la forma de un acalorado debate donde Llorenç Valverde, de la Universitat de les Illes Balears, destacó que la IA ha rebajado sus pretensiones hasta el punto que el propio MIT, donde nació hace 30 años, la llama ahora Inteligencia Ampliada. Valverde destacó también que la literatura ha marcado la pauta de la investigación y que debía tenerse en cuenta que, en dos historias paradigmáticas como "Frankestein" y "2001", "el conflicto arranca por una cuestión de sentimientos".

La posibilidad de simular emociones, la existencia de programas capaces de hacer más triste o alegre una pieza de música, o la afirmación de que un ordenador sólo mintiendo puede pasar el test de Turing evidenciaron la gran cantidad de dudas metafísicas que envuelven esta disciplina. Aunque, como manifestó alguien del público, hay tiempo para pensarlo: "Nos alegramos tanto que le digas que haga un gol y se mueva y vaya para allá, que la autoconsciencia queda muuuy lejos".