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ET TU, ICANN?
 

La corporación que gestiona el Sistema de Nombres de Dominios pone en marcha una reforma que la enfrenta con técnicos y usuarios y la acerca a gobiernos y empresas, en la lucha por el poder de Internet
 

Mercè Molist
La Internet Corporation for Assigned Names and Numbers (ICANN) se convulsiona en plena Primera Glaciación del Cibermundo y empresas, usuarios y gobiernos se ríen por lo bajini. Nunca confiaron en ella, una olla de abogados, decían, más preocupados por la política que por dar a los ciudadanos de la red los puestos de mando de su punto más estratégico: los servidores raíz que hacen posible la gran ilusión de los nombres de dominio.

Pero la tan criticada ICANN es también un símbolo de la suerte de  Internet. El sistema de nombres de dominio (DNS) -que convierte direcciones como elpais.es en ristras de números comprensibles para las máquinas y a la inversa-, estuvo en manos del gobierno norteamericano hasta el nacimiento de ICANN, en 1998. La comercialización de Internet empezó en 1994 y la corporación sin ánimo de lucro sería también un "coto privado", gestionado por las empresas de la revolución, sus técnicos y usuarios, sin intervención del gobierno.

Tres años después, se hunde la Atlántida, si alguna vez existió. Cual Senado de la República en "La Guerra de las Galaxias", ICANN está diezmada por luchas internas, traiciones y presiones del Imperio. A finales del 2001 se ponían, por fin, todos de acuerdo: esto no funciona. Su presidente, Stuart Lynn, 63 años y uno de los "padres" de Internet2, abría la Caja de Pandora llamando a la reestructuración y vuelta a los orígenes, ofreciendo un tercio del Consejo a los gobiernos, pidiendo más fondos y aboliendo las elecciones públicas.

Un alud de críticas siguió a la propuesta, también desde los gobiernos. Mientras el norteamericano quería más poder, el europeo se lavaba las manos. Antes de su última reunión trimestral, a finales de junio en Bucarest, ICANN anuló de su agenda la llamada a la participación de los gobiernos, aunque mantuvo la abolición de las elecciones, aprobada por unanimidad y que deberá ratificarse en su próximo encuentro, en Shangai.

Según los acuerdos de Bucarest, los directores de ICANN se escogerán entre las organizaciones que la forman, por una parte, y a través de un Comité de Nominación, por otra, que "representará equilibradamente a todos los segmentos de la comunidad". Otro punto clave, la financiación, se resolvía con una tasa de 25 céntimos por la compra de un dominio. A cambio, los propietarios tendrán un mes de gracia para renovar el contrato. Pero nadie salió convencido. "ICANN se está entregando al gobierno norteamericano", resaltaban a la mañana siguiente todos los diarios.

Vinton Cerf, presidente del Consejo, lo negaba a 'Ciberpaís': "ICANN no se ha vendido. Los gobiernos no pondrán a nadie en el Consejo porque desde el principio no les gustó la propuesta. Y todo el mundo, también ellos, está de acuerdo. Trabajaremos con los gobiernos igual que con todo el mundo. ICANN no morirá por eso, porque alguien tiene que hacer su trabajo, aunque eso no significa que no podamos reinventarla. Hemos estado cuatro años con este experimento y hemos ido viendo todos sus problemas, a los que debemos adaptarnos, no inventar otra cosa nueva".
 

Adiós, democracia global
ICANN nació de un acuerdo entre las comunidades técnicas de la red y el Departamento de Comercio de los Estados Unidos, para coordinar la asignación de direcciones IP, parámetros de protocolos y gestión de nombres de dominio. Su originalidad consistía en que la tarea no se encargaba a un organismo gubernamental internacional sinó a una coalición de empresas, técnicos y  usuarios. Muchos la llamaron "el gobierno de Internet", la muestra de que el ciberespacio funcionaba sin intervención gubernamental.

Pero la privatización no trajo la independencia. El gobierno ha mantenido su tutela y presiones sobre ICANN y el 30 de septiembre decidirá si renueva el contrato. "Es un momento crucial" afirmaba en febrero Stuart Lynn, al presentar su llamada a la reforma, muy criticada por abrirse a los gobiernos y eliminar las elecciones públicas, "ante la poca fiabilidad de la votación electrónica", según Lynn, quien pedía más financiación, menos directores en el Consejo y más poder para éste.

"De cómo los técnicos perdieron el control de su propia creación", escribía alguien en un foro. Incluso los técnicos, poco dados a saltar a la palestra, hablaron esta vez. Axel Pawlik, director del centro encargado de las direcciones IP europeas, adscrito a ICANN, escribía a Lynn: "Estamos sorprendidos por cómo se ha presentado esta propuesta. Contiene cambios tan fundamentales que hubiésemos querido que se discutiesen antes con nosotros. En cuanto al dinero, debería venir de los propios servicios de ICANN y no del gobierno. Lo hemos discutido otras veces: estamos dispuestos a pagar si vemos beneficios con claridad".

A la propuesta de Lynn siguió un periodo de colecta de opiniones, a cargo del Comité para la Evolución y Reforma de ICANN. Sus conclusiones, aprobadas en Bucarest, no diferían del documento inicial del presidente quien, en pleno temporal de críticas, decía en una entrevista por chat: "Las partes que ICANN coordina del sistema funcionan bien. Me cuesta entender porque hay gente que se enfada tanto con nosotros". Le respondían: "Nadie entiende tampoco porque se necesitan una armada de abogados, ochenta millones de dólares y reuniones por todo el mundo para hacer lo que Jon Postel hacía en su tiempo libre, en la oficina".

La marabunda rugió especialmente en Estados Unidos. La Association for Computing Machinery urgía a ICANN a trabajar más cerca de la comunidad técnica. El grupo People For Internet Responsability pedía "la inmediata transferencia de las funciones de ICANN a otro organismo". El Electronic Privacy Information Center y otras asociaciones de ciberderechos proponían que se forzase a ICANN a la competición. Karl Auerbach, director por Norteamérica, ponía una denuncia contra la corporación, por haberle negado inspeccionar las cuentas.

La veterana Electronic Frontier Foundation apoyó a Auerbach. Su co-fundador, John Gilmore, escribía a Vinton Cerf, presidente del Consejo de ICANN: "Has trabajado sólo para eliminar las promesas de apertura, transparencia y responsabilidad. Has aprobado ciegamente las ideas corruptas de Network Solutions o Verisign. No os importan para nada los derechos de los usuarios de Internet. ICANN se irá abajo como Alemania del Este, con una transición pacífica, o como Japón, con bombas, pero ha perdido toda credibilidad. No tengo ni idea de qué haces, amigo, liderando una organización megalomaníaca, irresponsable y anti-interés-público. Solía pensar mejor sobre ti".
 

La raíz del problema
En plena crisis, aparecía el libro "Ruling the Root: Internet Governance and the Taming of Cyberspace", donde Milton Mueller, profesor de telecomunicaciones y editor de ICANNwatch, desmonta el mito de la Internet incontrolable para recordar que existe un punto central y muchos intereses a su alrededor: "Es preocupante que el proceso para tomar control del sistema de dominios haya dado más poder a los derechos de propiedad intelectual. La utopía de la libertad del ciberespacio está evolucionando hacia un lugar donde las corporaciones tienen más poder que en ningún otro lugar".

Mueller acaba preguntándose: "¿Qué sucederá cuando, además de la propiedad intelectual, quieran controlar la raíz de Internet para vigilancia de la población y control del contenido?". Él y otros asesores de ICANN no asistieron a la reunión de Bucarest porque las fundaciones que pagaban sus viajes han dejado de hacerlo. Y por desilusión: "El esfuerzo para influir es mucho mayor que lo que podamos conseguir. Además, todo está arreglado en nuestra contra".

Desde España, el periodista José Cervera criticaba: "Sus presupuestos han sido saboteados, sus decisiones boicoteadas y sus políticas ninguneadas. Es decir, que la inoperatividad de ICANN, causada por una tormenta de críticas, va a provocar exactamente lo que esos críticos más odiaban: que la red caiga en manos de gobiernos y empresas. Todo para los internautas, pero sin los internautas". Desde Japón, una carta firmada por intelectuales: "Si seguimos así, unos pocos países y grandes negocios tendrán prioridad en el gobierno de Internet".

El jurista de Otawa, Michael A. Geist, lo confirmaba: "El gobierno de EEUU quiere volver a mandar a lo grande en el sistema de dominios. En las pasadas semanas, hemos visto al senador Conrad Burn hablar de la posibilidad de una legislación que dé más control a Estados Unidos sobre ICANN, la Unión Europea ha sugerido que los gobiernos deben jugar un mayor papel político e incluso las Naciones Unidas se han preguntado por qué las organizaciones gubernamentales no están más implicadas en el proceso".

El mismo Lynn aseguraba: "El mundo de los dominios ha cambiado. Ya no son gratuitos. Se han asociado a la identidad, con los consiguientes problemas de marcas. Se han convertido en un gran negocio. Y los gobiernos de todo el mundo están preocupados por el grado de control que EEUU debe tener sobre un recurso que, de hecho, es global. Está claro que el rol de ICANN también lo es y que la comunidad mundial de Internet tiene gran interés en las futuras direcciones que tome".
 

ICANN o no ICANN?
Cuando el asesor de ICANN, Joe Sims, presentó en persona la propuesta de Lynn a miembros de la Comisión Europea, las alarmas saltaron en Estados Unidos. Lo que duele allí es que se proponga la apertura a todos los gobiernos y no sólo al suyo, aunque Europa no parece estar más interesada que en el temor de perder territorio: "Los gobiernos son los responsables de la política pública, no ICANN", avisaba el Consejo de Telecomunicaciones, en un reciente documento.

Mientras, la revista "Intellectual Capital" se añadía al bombardeo de críticas decretando "el fin del experimento de la administración Clinton", un informe de la Oficina General de Contabilidad de EEUU acusaba a ICANN de "ir demasiado despacio en la mejora de la seguridad de los servidores raíz y no seguir el proceso correcto en la selección de los nuevos dominios" y un estudio del Berkman Center destacaba que los recién aprobados .biz no funcionan.

El secretario de Comercio, Don Evans, respondió públicamente a la propuesta de Lynn: "El Departamento da la bienvenida a la llamada a la reforma de ICANN, que seguiremos muy de cerca. Pensamos reunirnos también con gobiernos extranjeros para preguntarles cómo podemos ayudar a este proceso. Quiero reiterar de todas formas que el interés principal del Departamento de Comercio siguen siendo la estabilidad y seguridad del sistema de dominios".

El mes pasado, un subcomité del Senado norteamericano recibía a los actores del proceso, para concluir que "el Departamento de Comercio debe tomar un papel más activo y mejorar la comunicación con ICANN". El senador Burns defendía, como Lynn, la vuelta a los orígenes: "ICANN se creó para temas tecnológicos, pero se ha convertido en un cuerpo político sin límites claros. No debería ser nunca un grupo regulador supranacional".

Enredos políticos, ambigüedades... En Bucarest se decidía también la comercialización de los dominios de primer nivel .org, otro paso revelador. Con la amenaza de la renovación del contrato con el gobierno pendiendo sobre su cabeza, el presidente de ICANN, que se retira en marzo del 2003, afirmaba después de Bucarest: "Nuestras propuestas están muy en línea con lo que quieren los congresistas norteamericanos".

Se refería a una carta, firmada por cuatro de ellos, donde piden que no se renueve el contrato hasta que la corporación no aclare sus intenciones: "Sólo debería autorizarse una renovación del Memorándum de Entendimiento si ICANN puede demostrar que se han implantado las reformas, necesarias para limitar su autoridad y ofrecer responsabilidad y transparencia".

Mientras, de puertas para dentro, ICANN mantiene la unidad, el secreto y el tipo. Andy Müeller-Maghun, director electo por Europa y representante del grupo alemán Chaos Computer Club, recomienda en un mensaje a la comunidad de la red no perder los nervios: "Ahora, la prioridad es poner en marcha el Comité de Nominación, armonizar los diferentes intereses e identificar a todos los actores en juego". Un verano caliente.
 

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