EL PENTÁGONO,
CONTRA EL RECIÉN NACIDO "HACKTIVISMO"
Activistas políticos y sociales
usan herramientas ‘hacker’ para protestar en Internet
A finales del mes de setiembre, el
Departamento de Defensa de los Estados Unidos obligaba al profesor Stefan
Wray a cerrar su página, sita en la Universidad de Nueva York. El
motivo: desde allí se invitaba a los visitantes a atacar determinados
servidores, entre los que figuraba http://www.defenselink.mil, propiedad
del Pentágono, además del web del gobierno mexicano y el
del Frankfurt Stock Exchange.
El profesor Wray forma parte de un
grupo, llamado Electronic Disturbance Theatre, que desde hace meses convoca
manifestaciones virtuales a favor de la lucha zapatista. Las primeras,
el año pasado, consistieron en ir a la página del gobierno
mexicano y hacer "reload" (cargarla) repetidas veces para colapsarla, aunque
nunca lo consiguieron.
Para hacer las futuras protestas más
fáciles, el grupo se inventó una aplicación de Java,
llamada FloodNet, que hace los "reloads" automáticamente, y la puso
a disposición de los cibernautas en la página de Wray. Cuando
el Pentágono se vio atacado con Java, contraatacó creando
otra aplicación, llamada Hostile Applet, que anula el FloodNet y
cuelga el navegador de quien lo está utilizando, en una especie
de guerra de las cibergalaxias.
Las manifestaciones del Electronic
Disturbance Theatre, que agrupa a hackers y artistas europeos y norteamericanos,
forman parte de un movimiento más amplio que está empezando
a hacerse notar en el ciberespacio: el ‘hacktivismo’, definido por el reputado
grupo de hackers The Cult of The Dead Cow como "hacer hacking, phreaking
o crear tecnología para conseguir un objetivo político o
social".
Hasta ahora, el hacker era por norma
un personaje apolítico, que sólo luchaba por sus compañeros
-como en las muchas acciones a favor de Kevin Mitnick-, por la libertad
de la información o por sí mismo. Los portugueses fueron
los primeros en cambiar esta imagen: en agosto del año pasado, hackearon
la web del gobierno indonesio para denunciar sus abusos contra los derechos
humanos.
Después vino el ataque a los
ordenadores del laboratorio de investigación atómica de la
India, en protesta por las pruebas nucleares en aquel país. Más
tarde, Hispahack! saboteaba la web del congreso español. Recientemente,
el grupo X-Ploit hackeó la página del gobierno mexicano para
protestar contra la corrupción. Y hace solo unas semanas, la web
de la oposición de derechas, en las elecciones suecas, caía
también ante la ‘intelligentsia’ hacker.
La vieja escuela no lo aprueba, ya
que lo considera poco ético y un abuso de los recursos de la red.
Pero el hacktivismo, según sus entusiastas, debe ser visto como
un método leve de infoguerra y, por tanto, no debe estar criminalizado
sino considerado una forma legítima de protesta. Por eso lo llaman
también Desobediencia Civil Electrónica.
Los teóricos de esta nueva
forma de lucha llevan barruntándola desde los años 80, aunque
no publicaron sus primeros textos hasta mediados de los 90. Entre ellos
destaca el grupo Critical Art Ensemble, con el libro "Electronic Civil
Disobedience", en el que constatan que el poder ha migrado de las calles
al ciberespacio y, por tanto, también las protestas deben trasladarse
allí, siguiendo las mismas tácticas que habían guiado
la Desobediencia Civil en el mundo real: "Ofender y bloquear".
Aunque, antes incluso que los teóricos
lo pensasen, los hackers han estado al lado de los luchadores sociales
y políticos desde los inicios de la red. Ellos construyeron los
nodos de la Association for Progressive Communications (APC), que une a
activistas de todo el mundo; montaron las BBSs anarquistas; pusieron a
Sarajevo en línea cuando lo necesitó o al Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, que ha sido centro de experimentación
del activismo en red, desde las campañas de protesta por correo
electrónico hasta las manifestaciones virtuales de hoy.
Pero el ‘hacktivismo’ ha roto una
frontera: el uso de cíberarmas, como el FloodNet. Para los hackers
ortodoxos, es bueno poner la tecnología al alcance de la gente,
siempre que no dañe a nadie: para enviar cartas de protesta a los
representantes políticos, para montar páginas de información,
para distribuir boletines, para poner a grupos parecidos en contacto...
Pero los ‘hacktivistas’ van más allá y juegan al ataque.
¿Son hackers ("buenos") o crackers ("malos")? Se preguntan los observadores.
"Estamos en medio -dicen ellos- y tendreis que inventar una nueva ética
para que quepamos nosotros".
Hacktivism. Por The Cult of The Dead
Cow. Http://www.hacktivism.org
Electronic Disturbance Theatre
http://www.thing.net/~rdom/ecd/ecd.html
Electronic Civil Disobedience. Critical
Art Ensemble.
Http://mailer.fsu.edu/~sbarnes/ECD/ECD.html
Netwars and Activists. Power on the
Internet. Jason Wehling. http://www.teleport.com/~jwehling/Netwars.html